CITADINO

propera estació: esperanZa

Hoy durante mis andanzas lluviosas, empacado en los peceros (pequeños autobuses), comiendome el asfalto a pie y quemando nieblas en tubo pensé en mi condición de chilango, mejor conocido como oriundo de la capirucha.

Todo esto se me vino a la mente, ya que agobiado por el tráfico, pensé que en ocasiones siento envidia de mis camaradas de cerveza que se entienden como extranjeros en esta jungla de smog. Rochita y su mezcalera Oaxaca, María y Puebletaro o Hugo y Juan fugados de la tres veces bella Tolosia. Ellos en algún momento del año escapan a una provincial república en la que se respira de otra forma, lo que envidio quizá es que esta respiración no me es familiar, por el contrario es... ajena.

Sin embargo recordé que cuando niño entendía y vivía esta ciudad de forma distinta, las calles del centro eran grandes y llenas de historias no contadas, el metro me fascinaba con su variedad de personajes en fines de semana y su peculiar color naranja. Cuando niño me llevaban a los museos el día de mi cumpleaños (freak desde chico), me gustaba el misterio de algo que no conocía, me agradaba escuchar historias; me impresionaba el Tlaloc del museo de antropología, callado, inmenso y lluvioso; Chapultepec con sus cañones oxidados y sus banderas. Recuerdo que pensaba que era inmensamente afortunado de haber nacido en la capital, pensaba que los desafortunados provincianos se aburrían, que la vida de este país era más esplendida en la capital.

Hoy lejano de esos años, añoro. Hoy no me agrada el centro, con sus calles abigarradas y estrechas que me marean, el metro es ahora una serie de vagones siempre llenos con su mezcla de Avon y sudores de media tarde. Chapultepec es otro que ya no visito, incluso el pequeño chapulin (saltamontes) de piedra se ha roto con el tiempo. Sólo me queda el Tlaloc que aun me intriga, ya no es inmenso como lo veía en mi mente, pero sigue siendo el recuerdo fresco de uno o varios pasados perdidos de mi realidad chilanga.

En fin como diría la Pacheco... Aquí nos toco vivir