4 CAMINOS
La música es transporte y fotografía de las cosas, por si misma y por las referencias que va dejando a su paso. La música es referente y te vuelve referente.
Tarde de oficina, el año y mi trabajo han llegado a esas pequeñas semanas en las que todo literalmente se va al carajo, el final se acerca mientras tu trabajo diario va quedando lisiado, carente de herramientas o información que permita realizarlo… “ya se fue pa’l próximo año”.
Me entretengo entre pláticas ocasionales y de pasillo, reviso mails, blogs y todo aquello que los resquicios de Fortinet no han bloqueado. Juego con iTunes y me vuelvo a topar con “4 Caminos”, un disco que en su momento cobró tanto sentido. Definido por la crítica como el Kid-A del rock en español; definido por mí, como lo que suena de fondo mientras viajo rumbo a Chiapas, en una noche bastante obscura, con goteras y miedo de por medio.
Cuando salió yo no vivía aquí, un restaurante mexicano en la Ciudad Condal lo tenía resguardado bajo llave, y sólo se le podía ver por la ventanita. Memorias como reliquia santísima de la otra parte de mí que se había quedado en mi ciudad natal para esperar mi regreso.
A la vuelta del exilió sonaba mientras conocía a nuevos rostros que le daban sentido a mi vida, en momentos y escenarios que por familiares que fueran, me parecían ajenos.
El disco que le puso soundtrack a mi regreso, acondicionaba una nostalgia idealizada de una ciudad que dejó de ser mía en el momento que me subí al avión. El mismo disco me vio subir a un camión con destino sureste, sonó mientras saltaba borracho, apostaba por mi dignidad y doce yemas de huevo, cortaba mi cabello de forma extravagante, más por el gusto de sentirme raro que por convicción.
El mismo disco me llevaba a caminar para pensar, esa misma época donde perdía el terreno, me asumía joven y pendejo. Disco con sexo, con discurso de poco fondo, con amigos, con alcohol y cigarros. Disco memorable, de cuando tenía veintiún años y le puse a los días el carácter de livianos.
Mañana cumplo 27, número poco significativo de no ser porque estoy en casa con un pie jodido y porque me recuerda una frase antigua… “...cuando tenga 27, sí a esa edad me voy a casar”. Y no, distinta a mi vida de 4 Caminos ahora los días no son tan livianos, son más bien oficiosos con respiros de cervezas en martes, y va a ser que no, que no me voy a casar.
Sona ara: Hola Adiós – Café Tacvba
Tarde de oficina, el año y mi trabajo han llegado a esas pequeñas semanas en las que todo literalmente se va al carajo, el final se acerca mientras tu trabajo diario va quedando lisiado, carente de herramientas o información que permita realizarlo… “ya se fue pa’l próximo año”.
Me entretengo entre pláticas ocasionales y de pasillo, reviso mails, blogs y todo aquello que los resquicios de Fortinet no han bloqueado. Juego con iTunes y me vuelvo a topar con “4 Caminos”, un disco que en su momento cobró tanto sentido. Definido por la crítica como el Kid-A del rock en español; definido por mí, como lo que suena de fondo mientras viajo rumbo a Chiapas, en una noche bastante obscura, con goteras y miedo de por medio.
Cuando salió yo no vivía aquí, un restaurante mexicano en la Ciudad Condal lo tenía resguardado bajo llave, y sólo se le podía ver por la ventanita. Memorias como reliquia santísima de la otra parte de mí que se había quedado en mi ciudad natal para esperar mi regreso.
A la vuelta del exilió sonaba mientras conocía a nuevos rostros que le daban sentido a mi vida, en momentos y escenarios que por familiares que fueran, me parecían ajenos.
El disco que le puso soundtrack a mi regreso, acondicionaba una nostalgia idealizada de una ciudad que dejó de ser mía en el momento que me subí al avión. El mismo disco me vio subir a un camión con destino sureste, sonó mientras saltaba borracho, apostaba por mi dignidad y doce yemas de huevo, cortaba mi cabello de forma extravagante, más por el gusto de sentirme raro que por convicción.
El mismo disco me llevaba a caminar para pensar, esa misma época donde perdía el terreno, me asumía joven y pendejo. Disco con sexo, con discurso de poco fondo, con amigos, con alcohol y cigarros. Disco memorable, de cuando tenía veintiún años y le puse a los días el carácter de livianos.
Mañana cumplo 27, número poco significativo de no ser porque estoy en casa con un pie jodido y porque me recuerda una frase antigua… “...cuando tenga 27, sí a esa edad me voy a casar”. Y no, distinta a mi vida de 4 Caminos ahora los días no son tan livianos, son más bien oficiosos con respiros de cervezas en martes, y va a ser que no, que no me voy a casar.
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