como gritara el buen sinuhé en medio del zócalo frente a Manu Chao: PROXIMA ESTACIÓN ESPERANZA!!!!!


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miércoles, agosto 05, 2015

VERACRUZ - QUE LEJOS ESTÁS DE AGUSTIN LARA Y QUÉ CERCA DE JAVIER DUARTE

He visitado el estado de Veracruz en distintas ocasiones y con propósitos variopintos, pero en su mayoría lo he vistado trabajando. Soy investigador, pero no del tipo de casos no resueltos o científico, soy investigador de mercado; lo que quiere decir que gran parte de mi tiempo lo ocupo evaluando ideas para vender cosas, o mejor dicho para que las empresas vendan cosas, desde una idea hasta una plancha.

Gracias a mi trabajo he tenido la oportunidad de viajar, le debó a esta profesión el poder conocer, comer y desvelarme en distintos husos horarios. Mis viajes laborales normalmente tienen la misma dinámica: me subo a un avión o autobús, platico con la gente del tema en cuestión, ceno  y me vuelvo al lugar de donde partí.

Hay destinos memorables, (nunca me cansaré de platicar como me tocó ir a Brasil a hacer un estudio de fútbol, sí fútbol y en Brasil), hay otros mucho menos intracendentes por lo aburridos o por el cansancio, pero Veracruz es particular.

En mi primer viaje al puerto, por casualidades de la vida, tuve que convivir con el gobierno del estado y diputados locales. La impresión que me dejó es que en el estado se hacía política a la antigüita, y ese adjetivo se refiere a un compadrazgo añejo y dudoso, donde los símbolos tienen una importancia mayor a la que deberían, donde los puestos y las tarjetas de presentación marcan quién eres y qué rol debes de tener, donde los lentes obscuros de pasta aun esconden muchas dudas sobre el funcionamiento claro del gobierno.  Percepción al fin y al cabo, me marché de regreso al DF con mis 23 años y me olvidé del asunto.

Volví años más tarde en vísperas electorales y el tema en cuestión salió a relucir durante mi investigación. De ese viaje recogí dos ideas que cruzaban a la mayoría de los jarochos con los que hablaba. La primera era que todos los partidos políticos eran lo mismo, hijos del PRI en mayor o menor medida y para hacerlo más textual un taxista me dijo: mire jóven, aquí llevamos décadas revolcándonos en la misma mierda, así que no importa quién gane porque es la misma mierda.

La segunda era que ahí todos tenian miedo, esta fue la que me dejó frío. Terminando una sesión de grupo y habiendo discutido cómo iba a cambiar o cambiaba el consumo en el estado con las elecciones, uno de los participantes se acercó y me dijo - ¿Ya apagó usted la cámara? -, asentí con la cabeza y me dijo OK ahora sí podemos hablar, no sin antes pedirme que cerrara la puerta del lugar donde estábamos.

Regresé con el grupo y poco a poco me fueron contando entre todos, cómo en el estado se vivía con miedo. Platicaron sobre el control que ejercía el gobernador en todos los niveles, en cómo la red de taxis del puerto y Boca del Rio, se había convertido en una especie de pandilla ajusta cuentas del gobierno, cómo todos iban a los mítines electorales amenazados y de qué forma la sombra del narcotráfico se señía sobre el palacio de gobierno.

Escuché atento y  mudo, no emití juicio alguno hasta que en algún momento la curiosidad me llevó a preguntar inocentemente  -¿Y ahora que cambien de gobierno, va a ir mejor la cosa?-  la respuesta fue contundente, -Se va aponer peor”.

Mi reacción fue de incredulidad, desconocía en ese momento un panorama tan macabro como el que me platicaban  sucediendo a sólo unas horas de la capital, me impresionaba que no tuviera eco en otras esferas, cómo si lo tenían casos alarmantes como los feminicidios de Juárez o las acusaciones de corrupción en el Estado de México.

Me explicaron entonces algo que ahora que veo las noticias sobre mi país a la distancia me hace mucho sentido. Fidel (Herrera, ex gobernador del estado) era descrito como un hombre corrupto y avaricioso, populista hasta decir basta, que se aseguraba regalarle a la señora la lavadora que pedía en un mitín aunque el presupuesto de programas sociales fuera repartido en distintos niveles de gobierno para ganancia de burócratas y aviadores. Lo describían como un “tranza” que podía hacer uso de la violencia y delincuencia con tal de ganar más o robar más.  Por el lado contrario describían al inminente nuevo gobernador como un desgraciado.

La descripción de Javier Duarte Ochoa era la de un hombre cuyo principal defecto no era la corrupción, sino la sed de poder a toda costa (ojo, no está peleados). Aseguraban que tenía el mote de “pingüino” por su evidente sobrepeso, forma de caminar y voz chillona, pero al mismo tiempo aseguraban que lo odiaba y era radical  en hacer presente su molestia con la prensa que osara llamarlo de ese modo.  Describían a un hombre poco conciliador, afectado por una megalomanía que no reparaba en los medios para llegar a un fin, que hacía valer su poder y que como  pocos había logrado sembrar un miedo que atravesaba niveles socioeconómicos y filiaciones partidistas por todo el estado.


Esta semana, al ver las  noticias sobre lo que está sucediendo en Veracruz y sus repercusiones con la libertad de expresión,  un flashback me golpeó de nuevo –Se va a poner peor-. Cuando dicen que el mexicano no tiene memoria creo que están equivocados, al menos en Veracruz sí la tienen… la diferencia es que tienen miedo, yo también.