Escala en Guerrero, que en la lista de escalas para llegar de nuevo a Brasil queda como escala uno. Buena gente y buena compañía, el buen Rodrigo siempre lleno de comentarios adhoc y de una disposición para el trabajo hacen que no sólo la desmañanada para tomar el camión, sino el resto del trabajo resulte por demás llevadero.
Me gusta el camino con sus ventanas de por medio, y últimamente me disgustan menos los camiones. Buen momento pa relajarse y dejar que el tiempo pase sin que sea una limitante de entregas o fechas límite.
Volver al trabajo de campo siempre reconforta, me gusta saberme ahí, donde me siento útil y que le tengo que echar ganitas para que la piedra gire. Reconforta hacer lo que uno sabe hacer, sentirse a sus anchas dentro de la cancha, regatear, jugar con el balón y marcar con cierta facilidad.
Ahora mañana toca salir a jugar al extranjero, como segunda escala Miami (que no me emociona en lo más mínimo). Lidiar con las aduanas del gabacho no es siempre lo más agradable, tipos de dos metros preguntando qué carajos hago ahí y su actitud de perdona-vidas es siempre molesta. Sólo serán unas horas, lo suficiente para tener mi empapadita de occidentalismo del año.
Luego nos metemos de nuevo a los pájaros de latón para regresar al sur, cada vez más cotidiano y familiar. Mi portuñol que se mejora cada vez más, la capacidad de movimiento y la Avenida Paulista siempre accesible para ser caminada mientras se trae música y se piensa en lo que no se debería pensar sino decir.
Toquemos el balón pues, toquémoslo al sur.
Sona ara: Ya lo pasado pasado - Maldita Vecindad (versionando al divo de Juárez)