LA ENFERMEDAD
La enfermedad llegó curiosa después de estar de ocicón puntualizando que este año me había hecho lo que el viento a Juarez. Impertinente como siempre llega acompañada del vaiven de mocasín y de naríz de perro.
Odio que enfermarme, no sólo pasa por el malestar físico que es siempre molesto y más ahora enla vida laboral, porque claro está, si llegó aquí con un comprobante de mi mamá no importa y me descuentan el día, así que ni modo a trabajar con malestar físico y medio dopado.
Pero decía que no sólo es eso, lo que más me molesta de la enfermedad es ver que el resto del mundo funciona normalmente y disfrutan de las cosas mundanas. Es como estar en la Matrix y saber que la anomalía es uno. Afortunadamente esta enfermedad viene acompañada de escenario adhoc (días fríos y grises que no invitan a un carajo) pero cuando uno está enfermo en día soleado así de "ánda te invito un helado" es verdaderamente patético.
Esta semana pintaba para no sólo ser productiva en términos laborales, sino también en términos de convivencia social, pero na nai, de plano el grito no pasó por alcohol y tabacos sino por pastillas de vitamina C.
Pero dentro de todo y lo más que rescatable de mi convalecencia es la siguiente premisa: una cosa es estar enfermo así, a secas; y otra muy pero muy distinta es estar enfermo y atendido-apapachado. Permitame hacer la insistencia, pero hay kilómetros de distancia entre las dos condiciones. La condición uno, lleva a maldecir la hora en que se enfermó y maldecir la soltería que vive, haciendo hincapié en que esa condición lo llevará a morir sólo cual perro.
La segunda por el contrario le recuerda que a pesar de todo el mundo es amable con uno, que si bien no se siente del todo cotorro, el apapacho "sí que alivia" y básicamente llega el punto que hasta se goza de la enfermedad. Me agrada decirles que en esta enfermedad me tocó por primera vez estar del lado dos.
Sona ara: Dos para allá dos para aca - Elis Regina