Las fiestas, el frío, la falta de tabaco y el viento que devuelven a Gracia. Navidad extraña aquella, con castañas, un frío manchado que se metía por los huesos y patatas fritas para Fracois, la primera navidad fuera de casa en una ciudad extraña y con acento marcado de "zetas" que se pronuncian con "C".
De esa navidad recuerdo cosas muy agradables, postales extrañas que aun hoy que las pienso me hacen reír bastante, per sobretodo recuerdo la sensación de estar viviendo algo importante, de saber que no volvería a recorrer las calles de esa ciudad de ese modo, con esa desfachatés y tranquilidad que me salía por todos lados. La música punki, la lavandería de Pipo, María y el Negro, el vino calientito y las películas de superheroes, todo era diferente, disfrutar de lo ajeno y poco familiar, recordar con poca nostalgia los romeritos y los abrazos.
La sensación era lo que me quedaba al final, esa sensación de vivir algo increible con mucha nostalgia por querer estar con la familia, pero con la convicción de estar en los lugares correctos en los momentos correctos. Mi familia, como esperaba, estuvo ahí a mi regreso, con pocos cambios y los ojos más abiertos al descubrirme un poco cambiado.
Al siguiente año, algo curioso pasó, de vuelta a los platillos conocidos, me di cuenta que sólo una vez tuve 21 años, y me podía comer el mundo desde Lisboa o desde una casa okupa escuchando punki y bebiendo cerveza mientras con los amigos y mi hermano no paraba de reír.
Ahora siento algo parecido, algo se me mueve por el estomago, algo me falta. Navidad extraña, porque no sé si será la última desde este punto de vista y navidad lejana de lo importante, a pesar de que esté presente. A mi las navidades me pegan, me ponen a caminar con bufandas y frío, sólo que ahora con 28 recién estrenados ya tengo con quién caminarlas y no quiero dejar de hacerlo.
Sona ara: Warwick Avenue - Duffy