las crónicas del otroVolver con los brazos cansados de tanta vida que nos abrazó por esos lugares eternos y ese verano impresionante. Llegó el día, Luciana y Kátiza se despedían de nosotros con la puerta abierta y una mano en alto, eso lo hizo un poco más trsite, dejar la calle de Chile, Defensa y Balcarce. Una noche antes ravioles, vino, plática, tango y un sabor amargo nos despidió en la conocida plaza de Dorrego. El remíz se alejaba de esa ciudad y de esas personas que nos presentaron que el sur es un buen lugar para estar y para pensar.
Ahora toca volver, a los labores, a la familia, a la rutina que no acaba de encajar. Los viajes son un noviazgo triste, emocionante y romántico, pero los finales son un drama completo, del que sólo nos quedarán los buenos recuerdos. Hay muchas historias que salen conforme los días avanzan, el vacio enorme que como un campeón agoté, el taxi y mis acentos, kátiza y un paseo largo y caluroso, largas pláticas con Beto, los agudos y oportunos comentarios del señor que me acompaña, Fabian y sus noches en el Fin del Mundo, la política, el fútbol, el Diego y tantas cosas que se conversaron al calor de una Quilmes, una Stella Artois, una Escudo o algo más. Las simpáticas chilenas que nos acompañaron con una coca cola y reggaeton (porque en efecto en esos transes hasta el reggaeton se volvió fondo musical), un grupo de quinceañeras o algo más, que reían, con la belleza y timidéz que se puede reír una chica en esos años.
Ahora la vuelta es algo menos trágica, y algo más "fome", se piensa mucho y se habla poco, lo que nos llevó y lo que nos traemos sólo lo conocemos dos, y es complicado ponerlo en palabras. Es más fácil ponerlo en imágenes, cordilleras nevadas, la shoppería, el teleférico, Marcela desde lo alto, el negrito con bigote mexicano, el pisco sauer de su mamá, la calidéz de su padre, y la simpatía de su hermana, la Moneda, la Universidad Católica de Valparaiso, las casas de Neruda, el mote con huesillo, los Tres, la estación "Bachelet", la plaza de Mayo, el tango en aereosol, las otras pintadas, San Telmo de noche, el rostro rojo de Diego en el fin del mundo, la calle Florida, el Desnivel, los viejos tomando el sol en Puerto Madero, el sandwich y la milanesa napolitana de Juan, Recoleta y sus jardines, los niños que no se pueden subir al columpio, los que si pueden y mis apuros en ello, la avenida Alcorta de Cerati y Corrientes, el Obelisco que te ubica, el hambre de Palermo y un diablillo que no apareció.
Son muchas cosas y las palabras no me salen, todo estó quizá se quede dentro por un rato, al menos hasta que encontremos otra buena canción para cantar.