DE COYOACAN Y LA SECUNDARIA

Hay conversaciones que no se salvan ni con el tercer cigarro, lo curioso es que estas pueden durar años, y mientras tanto yo sigo pesando en demasiadas cosas que realmente no tienen nada que ver con el tema en cuestión puesto sobre la mesa. En cambio otras se toman con un sorbo de café que pasa muy rápido y que hacen que los cigarros duren más.
El miércoles pasado tuve una de estas pláticas eternas que a veces ni siquiera necesitan palabras; un Coyoacán desconocido y despoblado por la mañana se recorría con paso lento y con el tiempo para tomarnos el tiempo con él. Una banda de guerra ensaya como para concurso en el centro de la plaza, el calor poco a poco se hace presente y como es temprano nos regala esa sensación tan rica de ponerte al sol. Ella iba descubriendo la maravilla de hacer "hot cakes" con figuritas infantiles cada vez más sofisticadas, mientras esperaba su jugo de toronja y buscaba cambio, mientras tanto a mí me basta con verla sonreir.
Coyoacán ha sido cómplice de algunas historias, finales inesperados, cervezas de altas horas, caminatas solitarias, soledades planeadas, complicidades de bolsillo y uno que otro helado. Esta última vez se volvió a convertir en un buen escenario para que sigan sucediendo historias. Los detalles se han vuelto comprensiblemente importantes, descubrí el coyote de piedra, que las palomas vuelan muy bajo, los globos de reyes, que ambos habíamos escapdo del día a día y la forma en que los ojos se le hacen más pequeños cuando sonríe (en eso pienso cuando no digo nada).



¿Estamos regresando a la secundaria?... puede ser, pero es bueno redescubrir que tan divertido y emocionante es enamorarse así como yo, como los adolescentes... a lo loco.

Suena ahora: Everybody's gotta learn sometimes - Beck (tu soundtrack particular)